viernes, 1 de mayo de 2015

CONQUISTANDO MARATONES


El domingo se corrieron los 42km de Montevideo. En realidad no "se corrieron" solos; lo corrieron un puñado de valientes y el resto acompañamos a punta de mate y pan con grasa desde las 7am que, para un domingo, ya es demasiado sacrificio. Pero no se vayan a creer que correr "la reina de las distancias" (como le dicen los que saben) fue cosa de soplar y hacer botellas para nosotros los mortales. A ver si nos entendemos bien: YO NO CORRI SEÑORES, pero créanme que acompañé con creces. Porque el temita de la maratón se instaló en casa hace algunos meses. Hasta hace unos años, el running "light" supo ser parte de mi vida hasta que una fractura de tibia y peroné me retiró de las pistas...a las que no hice mucho esfuerzo por volver. Eso fue casi en sincronía con el encuentro con el que hoy pasó a ser mi "plus one" quién estaba justamente enganchándose con las carreras 10k, las más democráticas del mundo running (miento están también las 5k, el testing de BBVA y la Trotancap que la corre literalmente cualquiera). A medida que su pasión crecía, la mía estaba recorriendo una curva inversamente proporcional. Así, el muchacho pasó de correr en la cinta a comprarse un par de championes nuevos por mes e inscribirse en cuanto grupo de corredores veía entrenando en los canteros de la rambla entre la Escollera Sarandí y Malvín, que es donde vivimos.Después de tener algo así como una crisis de identidad deportiva (y de lesionarse intentando cumplir con todos), decidió compartir su humanidad entre dos grupos que entrenaban distintos días de las semana en distintos barrios capitalinos. Yo no pude hacer más que acompañar, hacerle el aguante yendo a buscar a los críos a natación y a taekwondo (en dos direcciones distintas) y esperarlo con la cena condimentada con la típica queja ocasional del corte "como-si-ya-no-tuvieramos-bastante-con-el-laburo-y-los-nenes-ahora-te-sumás-esto-¿cuando-vamos-a-tener-tiempo-para-nosotros?". A decir verdad los reclamos no tuvieron mucho efecto y, para completar, alentado por la manga de inadaptados de MIS amigos, el tipo se compró una moto, la cual durmió los primeros días en el garaje esperando a ser introducida en tan apretada agenda sin molestar "a la patrona" (que vengo a ser yo) ni restar kilómetros de entrenamiento. Pero eso es cosa de otro posteo... La cuestión siguió y a 2 meses de la carrera el tipo comía maratón, respiraba maratón y su timeline de Facebook taba lleno de posts de maratón. Maratónmaratonmaratonmaratonmaraton hasta en la sopa. Si lo veía embobado mirando la pantallita del Iphone ni se me cruzaba la cabeza que estuviera mirando a una mina en bolas, no señor, seguro eran un par de championes o un video de...adivinen...maratones. Maratónmaratonmaratonmaratonmaraton ... Y finalmente llegó el día, de la manera más inconveniente posible, apretada entre family days y cumpleaños de sobrinos, a menos de una semana de emprender unas merecidas vacaciones y corriendo de atrás por el laburo. Eran las 4am y yo estaba cocinando cupcakes y haciendo la piñata de mi sobrina cuando el runner se me apareció en el living con cara de nervios diciendo que no podía dormir; intentó "ayudar" haciendo destrozos con el papel crepé para finalmente resignarse a volver al sobre. Me dio ternurita y decidí dejarle su desayuno con la consabida cartita inspiradora que aludía a un "desayuno de campeones". Al final yo tampoco pude dormir y cuando a las 5 y media am (una hora después del episodio-piñata) se levantó para prepararse, le dejé su espacio y me levanté apenas sentí que salía por la puerta delantera de casa. Levanté a los niños (incluido al sacrosanto de mi sobrino que se quedó a dormir la noche anterior para ir a apoyar al tío al día siguiente) y a las 8am estábamos parados en la rambla, a dos cuadras de casa, donde el cartelito marcaba 16km de ida y 27 de vuelta. "Papá-tío-marido" pasó triunfante y haciendo avioncito por el km 16 y los niños en un rapto de emoción lo siguieron en bici (y alguno corriendo un km). Volvieron y empezó la espera: papá tenía que volver a pasar por el mismo lugar con 10km más a cuestas. Hicieron de todo: carreras en bici, escondidas y hasta oficiaron de aguateros, algo que los entretuvo lo suficiente para que cuando finalmente papá apareció en el horizonte, no le notaran la cara de descompuesto. Le dieron agua, se me acercó, y mientras ellos seguían abasteciendo maratonistas en su recientemente descubierto servicio a la comunidad corredora, a mi marido se le transfiguró la cara de dolor por una puntada en la rodilla. No recuerdo bien que nos dijimos, sé que consideré todo: que abandonara, acompañarlo, insistirle para que siguiera. Lo único que sé es que el sentimiento de mierda y de impotencia que me dio verlo trepar la subida de Malvín en solitario y rengueando me hizo largar el llanto atrás de los lentes de sol. Volví a casa, tiré la cartita de desayuno de campeones a la mierda y empecé a reportarme por mensaje y por teléfono con mis cuñados y mis suegro. Así supe, contra todo pronóstico, que en AV, Brasil y la Rambla volvió a hacer el avioncito para su sobrino-ahijado, y que en Sarmiento mi suegro pudo alcanzarle un Gatorade porque tenía sed y seguía corriendo. Y ahí supe, supe que llegaba y que teníamos que estar en primera fila todos para recibirlo. Y fue lo que hicimos. Todos tenemos nuestras maratones; esas cosas que sentimos merecer y que la vida se niega a darnos, esos sueños que, de a ratos, parecen inalcanzables y que solo amagan con lograrse con buena cuota de tenacidad y sufrimiento de por medio. Nada es gratis dicen... y esto suena a carísimo. Pero todos tenemos eso que nos hace brillar los ojos con emoción anticipada y, si lo queremos de verdad, hay altas chances que lo consigamos de alguna manera. Este domingo de mañana seguro muchos putearon por el ruido, los megáfonos y los autos corridos por la grúa. Créanme, si no conociera al runner en cuestión yo también habría enterrado la cabeza en la almohada al grito de "muerte a la maratón". Pero no los habría visto a ellos, a todos los hombres y mujeres, jóvenes y veteranos que pasaron por delante mío a 100m del arco de llegada; todos esos que tenían la misma cara; no me malinterpreten, no eran ni parecidos; unos venían cómodos, otros resollando, y algunos hasta cojeando pero TODOS llevaban la cara de felicidad sin filtro, el "lo conseguí" dibujado en la frente, la incredulidad apenas contenida. Entonces ese domingo de tarde cuando vi a mi marido (sí, vamos a gastarle el título ya que lo tenemos)completar sus primeros 42km y largar el moco por primera vez desde que lo conozco, entendí que las maratones, las de pista y las de la vida, no se corren, se conquistan. Cada uno tiene la propia. Yo también tengo la mía. Y algún día quisiera llegar a la meta y cruzarla para saber cual es mi cara de maratón.

lunes, 6 de abril de 2015

ME TORRAN


No sé si es la edad o mi condición de contra y revolucionaria (nótese el "y" en el medio) pero hay cosas, personas y personajes que cada día me torran más. Y esto sucede con un ritmo tan acelerado que desafía el percentil de un bebé de 5 meses; me torran cada vez peor y temo por el día en el que, con una década más arriba, pase directamente al homicidio o la destrucción total de los elementos de conflicto. Me torran las sin memoria que hoy son señoras muy aseñoradas que siempre están adentro y nunca están mojadas; me torra que al minuto de decir "si quiero" con ese galán que tan afortunadamente se apuntaron, se hagan las horrorizadas con cualquier mina que se tenga como credo el "garcha que la vida es una fiesta" olvidándose mágicamente de todas esas mañanas que la tuviste que ir a rescatar con una muda de ropa del depto de un fulano porque no quería pasar por adelante del portero de su edificio vestida de taco aguja, lentejuelas y con el rimmel corrido. Te conozco mascarita! Me torran los que hacen "tapón" manejando en la rambla. Flaco-flaca: vos crees que vas rápido, pero siempre alguien va más rápido que vos. El hecho de que tengas un auto a tu derecha por más de dos cuadras te da la pauta que vas tan lento como ese jubilado al que creíste que podías pasar. Correte y sacá el sticker pedorro de "Su bocina no le da alas a mi auto". Me torran los new new age, con el attachment parenting, el colecho y el parto natural como doctrina. Al final, pareciera que si no pariste en una pelopincho en el living de tu casa con una doula cantándote canciones mayas entonces no sos madre "de verdad" y tu hijo arrancó como el orto. Para estos (y estas) la cesárea y la epidural son inventos de la sociedad machista y el patriarcado. Como si además de haberla peleado las 12 horas de trabajo de parto la pobre mina que tiene que ir a jeder a la mesa de operaciones tenga que sentir culpa. "Señoras", a ver si vemos la ironía de la comparativa: la cesárea salva vidas y la epidural nos permitió a las mujeres desafiar el mandato bíblico de "parirás con dolor". No hay nada más patriarcal que la Biblia mamita...me torran. Mucho. Más si son las mismas del punto 1 que solían estar regaladas como perejil de feria y la maternidad parece haberles dado amnesia. Me torran los empleados que se toman su tiempo de mi tiempo; esos que te tienen adelante en la fila y justo, justo antes de atenderte se ponen a comentar las tortas fritas que hicieron el domingo o las pilchas divinas que está mostrando la bagayera en el baño. Si son empleados públicos, me torran todavía más. Me torran los domingos de tarde porque quiero hacer todo lo que no hice el fin de semana para relajarme...y porque por lo general me toca adelantar trabajo que me prometí a mi misma sacar durante toda la semana pasada (y el fin de semana también, pero nunca sucedió). Me torro...yo...a mi misma...mucho.

jueves, 5 de marzo de 2015

VOLVER CON LA MENTE MARCHITA


Terminó el verano...terminó sí y la prueba más contundente -más allá del inminente cambio de hora y la publicidad de radio de Conaprole- es que la tan apacible, disfrutable y cuasi desierta ciudad de Montevideo volvió a ser el 7mo círculo del infierno repleta de conductores enajenados, laburantes estresados y niños excitados por la "vuelta a clases". La verdad, no sé a quién se le ocurrió la genialidad de acuñar el término que, a decir verdad, no es más que una traducción de un gastadísimo slogan marketinero yanqui. Seguramente, en algún momento de la última década algún "vivo criollo" lo importó de un viaje a Miami, le adosó un ómnibus escolar amarillo (que dicho sea de paso, acá no existen) y le inventó un logo sin siquiera cambiarle el cartel de School Bus al automotor en cuestión. De ahí en más, la hecatombe total: la ciudad tapizada, la televisión copada y las radios desbordantes de tanda dedicada pura y exclusivamente a recordarnos que, a un verano ya corto, cada vez le queda menos y que -para variar- no importa lo temprano que empecemos a encarar el tema, siempre estaremos tarde. Cuando yo era chica no había "vuelta a clases": las vacaciones se terminaban y la escuela empezaba...y punto. No había mucho más que llevar que un par de cuadernos, una cartuchera y un juego de geometría. A lo sumo te quedabas la tarde anterior forrando los cuadernos con los colores primarios: rojo para matemáticas (porque convengamos, fácil, fácil no es), azul para idioma español (que es una materia seria y señorona y merece un color acorde) y verde para ciencias naturales (porque son eso: naturales). También etiquetábamos alguna que otra cosa como los lápices de colores Faber Castell que en esa época eran caros porque no se hacían en China y eran Faber de verdad...pero no mucho más que eso. De hecho durante años fuí la única con la túnica bordada con mi nombre acompañado de unos floripondios y oropeles (a mi mamá le gustaba enchular a la hija) que detesté desde el minuto uno y que me avergonzaron todos y cada uno de mis días del ciclo lectivo. Ahora, que nos toca estar del otro lado, peregrinamos por todas las casas de informática intentando adivinar que es un Cuad Core y porqué es requisito imprescindible de la tablet que pidieron en el colegio de nuestro vástago (si señor-señora leyó bien, LE PIDIERON QUE LLEVARA UNA TABLET). Y corremos como locos. Y nos cuestionamos porqué carajos al fin y al cabo no pueden estudiar "a la antigua". Y nos parecemos más que nunca a nuestros padres cuando nosotros éramos chicos y el tiempo pasado de ellos era muchísimo mejor. Y es horrible. Y es todo culpa de la "Vuelta a clases". Lo cierto es que ya estamos todos de vuelta y Montevideo parece un hormiguero pisado por alguno de los personajes de Tierra de Gigantes. Por eso déjenme recomendarles algunos lugares que creo harán bien en evitar hasta después de Semana de Turismo y la Vuelta Ciclista momento en el que, como todos saben bien, arranca la "normalidad uruguaya". 1. Las papelerías, librerías y afines. Entrar a comprar una resma de A4 en la semana previa al 3 de marzo ya era un acto Kamikaze. Uno no sabía a quién matar primero: si a la nena que va de un lado para el otro con una canastita sin llenar y gritando "Mamáaaaa ¿me comprás? o a la madre que no puede interpretar la lista más básica de útiles y precisa DOS empleadas del piso para ubicar las hojas de garbanzo. Si entonces era malo por estas fechas es peor. Ahora están los rezagados que tienen que comprar lo mismo pero están de mal humor. ¿Un consejo? llame a Aldo y que le entreguen lo que precise directamente en su casa y oficina y evite estos reductos endiablados por lo menos un mes más. 2. La consulta médica. Enfermarse en verano es algo así como ofrecerse de voluntario en un laboratorio experimental: uno termina a manos de pasantes, internos y médicos desconocidos que tienen demasiado miedo de diagnosticarle algo y, en una de esas, terminar llevándole la contra a su médico de cabecera, ese que es grado 5 y tiene 20 días de espera en la consulta y que, por supuesto, no está en Montevideo durante todo enero. Pero estamos en marzo y todos volvimos...los médicos también y están dando hora a rolete antes de volver a desaparecer en otro momento clave: las vacaciones de infierno (perdón, de invierno) cuando la consulta se les llena de toses y mocos intratables. Por ende, otro lugar a evitar es la sociedad médica o la consulta de su médico tratante. A no ser que sea cuestión de vida o muerte, aguántese piola hasta abril. 3. Los bancos Nos fuimos de "veraneo" y las prioridades cambiaron; como en la playa no hay horarios, ni reglas, ni rutinas pensamos que las cuentas se pagan solas. Y sí, se pagan solas... pero para eso hay que ponerlas en débito automático. Y para que el débito autómatico las pague hay que tener plata en la cuenta. Y para tener plata en la cuenta no hay que hacer mierda la tarjeta en 15 días de veraneo saliendo a cenar todos los días y llevando a los nenes a la feria artesanal noche de por medio. Así que otro lugar muy popular por esas fechas son los bancos, donde gente muy bronceada anda con cara de preocupada tratando de desenmarañar kilombos financieros o culpando al Banco Central por sus números en rojo. 4. Los bolichitos con terraza. El verano está muriendo y nosotros estamos en negación y con síndrome de abstinencia. Mientras haya un rayo de sol, habrá algún oficinista haciendo fotosíntesis a la hora del almuerzo. Y si estamos en las inmediaciones del World Trade Center o la Ciudad Vieja habrá tantos como cubiertos ofrezcan los restaurantes de la zona. Así que si sale a almorzar medio corto de tiempo, ni se gaste, vaya derecho adentro y disfrute del aire acondicionado. 5. La rambla. Siguiendo en la tónica de lo anterior e intentando convencernos de que podemos seguir pasando nuestras mañanas junto al mar y con el pelo al viento es que nos condenamos a circular a paso de hombre, poniendo primera y segunda alternativamente con el río (no es mar señores, no caigamos en la porteñada) de fondo, recordándonos un tiempo mejor que, aunque no queramos, ya recontra fue.

martes, 12 de noviembre de 2013

LLUEVE CON SOL

Las viejas se casan. Sí, se casan cuando llueve con sol. Me lo dijo mi mamá cuando yo era chiquita y lo dice todo el mundo cada vez que gotea y entre las nubes color plomo asoma un bracito del astro rey. Y cuando una "señora" (que tiene el título por la fecha de nacimiento y no por haber pasado por el registro civil) finalmente se casa...vuelve irremediablemente a los 20. Porque por más que declare a los 4 vientos que tan feliz acontecimiento la agarra en una etapa "más madura" de su vida en la que "ya tiene claro lo que quiere" la verdad es que toda mujer que se precie de su condición, tiene una bridezilla guardada adentro, un bicho dormido que sale cual alien en la primer prueba de catering o visita a un potencial salón. Cuando en una reunión de amigas-familia todas me preguntaban sobre la "montaña" de detalles que habría que definir a continuación mi hermana muy sabiamente acotó: "puede que no tuviera novio, pero ya tenía el board de Pinterest con todita la fiesta planeada". Y sí... para qué negarlo, yo soñaba en digital, aunque la vida real me siguiera dando patadas. Y, distinta como soy, rara, como encendida (je) se me ocurrió hacer todo diferente, nada estandarizado. Y así me compliqué la vida...a mí y a mi futuro marido (por Dios que raro suena!). No quería salones, no quería vals, no quería cotillón... Pero es todo por ser algo que siempre alegue ser: coherente. Era obvio que nada que saliera de mí iba a ser tradicional y sencillo. Pero así soy yo...los que dicen que soy fea no me han visto en camisón.

viernes, 19 de julio de 2013

UNA MUJER ACTIVIA

No es sano mirar la tele cuando tenés más de 35. No hace bien. Finalmente todas las cremas antiarrugas te hablan a vos y todas las actrices "maduritas" que actúan en las publicidades de esas mismas cremas, que antes eran contemporáneas de tu mamá, son las "colegas" de las series de tu juventud (niñez bah porque cuando mirás para atrás te recordás muuuucho menor de lo que eras). El HD te mata... a vos y a ellas. ¿O me vas a decir que no se te cae el alma al piso cuando pasan la repetición de Friends en Warner y en la tanda te encajan el aviso de Cougartown? ¿no pensás que Mónica está hecha mierda? Newsflash: vos andás parecido. Enseguida pensás en toooodo lo que te tenés que hacer (todo menos bisturí claro). Todo para quedar como quedás en las fotos de Instagram...pero sin el Instagram. Y lo mejor es que te hacés todo junto. Agarrás el primer mail de Grupon y lo que resta de tu aguinaldo y lo reventás en 24 sesiones de un montón de terapias con aparatos, todos prometiendo la misma cosa: levantar lo ilevantable (el corrector me acaba de marcar la palabreja en rojo, ni siquiera está en el diccionario de lo difícil que es). Todo menos transpirar 4 veces por semana en el gimnasio; en ese también te anotaste sí pero cuesta, cuesta más que ir a un psicólogo cuando estás en crisis con tu marido. Para peor, si le das pelota a la tanda, la culpa de todo la tiene el tránsito lento. Si de un yogur dependiera... Pero no. No depende de eso. Ya probé y por más desafiante que sea, el desafío activia no pudo con la ley de gravedad. Pero por las dudas, después de sucumbir frente a un doble cuarto de libra "por la cajita feliz para los nenes", tomate un Activia...seguro te sentís más livianita. .

GIRLS NIGHT

Hay hábitos que cuesta retomar. Cuestan un montón. El gimnasio, cenar con ensalada o depilarte las cejas por decir algo: todas pequeñas grandes rutinas que se pierden con excesiva facilidad cuando hace frío, estamos pasadas de trabajo o nos emparejamos. Sobre todo cuando nos emparejamos. La noche de chicas es otro ejemplo de esas cosas que dejamos de hacer con facilidad cuando pasamos a base doble, aunque le aseguremos a todos los que quieran escuchar (y los que no también) "la falta que nos haría" una "noche de joda" con amigas para poder desenchufarnos aunque sea un rato de esa vida que tanto pedimos a gritos y que ahora nos hace quejarnos de llenas. Porque la verdad es que es mentira: es mentira que no tengamos tiempo; la verdad es que no nos lo hacemos porque después de tantos años de gastar las pistas y dejar el codo marcado en las barras, una ya quiere jubilar a la parrandera que lleva adentro y entregarse de lleno a llegar temprano al laburo y hacer cupcakes con cualquier excusa. Pero algo en tu interior te dice que no es tiempo aún de claudicar: al fin y al cabo todavía no cumpliste 40 así que todavía te restan algunos meses de "joven adultez" antes de pasar a la "joven adustez". Para completar, tu recientemente adquirida pareja no deja de recordarte esos tiempos en los que te ponías los brillos hasta para ir a Don Pepperone y usabas delineador desde la mañana, como si eso fuera sinónimo de tiempos mejores. Así que es cuestión de tiempo antes de que hagamos un desplante y agendemos "LA" noche, más o menos con una semana de anticipación, cosa que en nuestra época "de gloria" nos hubiera desacreditado instantáneamente y relegado a la categoría de "estructurada" (que en esa época era igual o más ofensivo que te trataran de "fácil"). Las convocadas serán un mix de amigas solteras-aún-salientes, divorciadas-bien (en una relación con su ex lo suficientemente armoniosa como para endosarle los chiquilines un jueves de noche, el día que NO le toca) y divorciadas-mal, con la traumática separación aún muy fresca o una más lejana pero muy estrepitosa...o las dos. De pique, cuando una bordea los 40 y es el mes de julio, lleva unas cuatro horas de espejo quedar medianamente decente: todo lo que comimos no entra en el jean "de salir" y el color verde-tubo de luz de la piel con cero exposición solar (ahora que no queda otra que cuidar el cutis la cama solar ya no es una opción) no se arregla con una capita de base...no señor: hay que sacar la artillería pesada. El delineador en gel (el menos "messy" según la pendeja de mierda que te lo vendió en esa perfumería donde ninguna pasaba los 25) se empeña en empastarse en ese pliegue de tu párpado que definitivamente no estaba ahí la última vez que saliste. Pero es de noche, y de noche todos los gatos son pardos y el delineador ayuda a empardecer. Tragos mediante esperamos a la soltera-aún-saliente que tiene un compromiso previo: por supuesto porque, para ella, la noche está en pañales. A riesgo de empezar a cabecear le pedís al sacrosanto de tu novio que te mezcle unos caliboratos...y ya te sentiste vieja nomás con el término; después de eso solo queda que te salga la Cachorra Bazooka que tenés guardada y pidas un taxi "para los carritos de la Costanera". La conversación transcurre sobre los tópicos típicos pero no importa por donde agarre la conversa, la conclusión es siempre la misma:los hombres son una mierda. Todo eso sucede por supuesto sin que veas el momento oportuno de confesar en voz alta que -honestamente- creés que encontraste al último que vale la pena, que es ese que está ahí haciéndole cócteles a todas antes de irse a dormir habiéndote entregado la única llave que hay de la casa porque vos perdiste la tuya. Pero queda mal no solidarizarse así que te sumás a la crítica para nada constructiva y te preguntás si harías lo mismo en un restorán, por ejemplo, diciendo disparates del mozo cuando es el que te está trayendo la comida, so riesgo de que te la escupa, como mínimo... De tanto en tanto, las que estrenan soltería recurrirán a "tu experiencia" para conocer tu opinión sobre tal o cual dilema, o este o aquel dicho masculino que precisa ser desencriptado. Y así una se convierte en una mezcla de Yoda, ObiWan Kenobi y el Ravi Shankar, llena de citas citables, dignas de un volumen de autoayuda de esos que se venden en los pasillos de las librerías donde se junta la gente rara o que llora mucho. ¿Qué decir? ¿Que en el fondo, tuve suerte y la estadística de mi lado? ¿Que después de besar mil sapos que apareciera el príncipe era cuestión de números?¿Que matemáticamente teníamos chance?...no, eso le sacaría misterio, emoción, todo lo que nos gusta a las nenas. Al fin y al cabo, una está tan contenta que anda de humor para impartir un poco de sabiduría femenina que podrá ahorrar alguna que otra lágrima o, al menos, comprarle un poco de tiempo a quién todavía está "en el mercado". Y por eso salimos, salimos a defender el último bastión de la soltería: las salidas solas. Y aunque nos caemos de sueño a la 1 y media de la mañana, aunque vemos algunas caritas repetidas y nos da más lástima que alegría por el reencuentro o el dueño nos saluda pero ya no nos regala ni un trago porque perdimos el status de clientes, nosotras salimos. Salimos y brindamos. Por el reencuentro, por los animales que pasaron por nuestras vidas como topadoras y nos hicieron de vuelta. Porque de última, no seríamos quienes somos si no fuéramos un poco producto de ellos...y de lo que nosotras hicimos con los que ellos nos hicieron. Así que salimos, y brindamos; y volvemos a casa temprano y en taxi, porque todavía somos jóvenes, pero el hígado no resiste igual. Además, estamos en julio...y chau.

martes, 9 de julio de 2013

INSTAFEVER


Se termina el mundo...ponele. Todo revienta en mil pedazos...ponele. Varios cientos de años después un marciano sin GPS aterriza en algún lugar del desolado planeta...ponele. Y en el caso hipotético de que encuentre vestigios de nuestra civilización (probablemente algún disco duro chamuscado o un Iphone rajadísimo), es muy probable que piensen que nos quedamos en los 80´s. Fotos con marquitos de Polaroid, filtros setentosos: somos la generación más fotografiada y menos impresa; hoy en día, ver un portarretrato con fotos propias es un avistamiento. Es que el impulso de registrar el momento es peor que un ataque de hambre un viernes de noche después de una semana a punta de dieta circadiana. Y nos reíamos de los chinos...payback is a bitch. Ahora ellos se deben estar cagando de risa viéndonos levantar los celulares en masa para fotografiar una hormiga estratégicamente apoyada en la servilleta de papel e instagramearla al instante. Se cagan de risa, sí señor, pero como tienen los ojos así no nos damos cuenta. A mí me pasa también (lo de la manía de sacar fotos, no tanto lo de reírme de mí misma o de un chino). No se crean que una queda imune, no señor. Porque todo cambió el día que decidí tener conexión a internet en mi línea de celular; y eso pasó porque me dejé convencer por la señorita de ANCEL que cuando vio mi aparatito me miró como diciendo "dinosaurio!". Y yo, que ando en un mal viaje con el tema del paso del tiempo y la inminente llegada de los 40, pensé: "pendeja de m...¿qué te creés?¿que no puedo manejar un touch? Pero si vos no eras nacida y yo ya jugaba en una TK90!!! Dame, dame ese Samsung Galaxy, dame que lo descoso mirá, mirá como lo descoso". No le dije eso, no...pero me llevé el teléfono. No lo descosí tampoco. En vez de eso estuve llenándome la boca de improperios durante una semana, golpeando la superficie del aparatejo, mandando mensajes ininteligibles y bajando aplicaciones que no quería, solo por errarle al milímetro cuadrado de superficie de la pantalla. Pero después le agarré la mano, me hice una cuenta de Instagram y todo cambió. Cambió como le cambió a casi todos esos que ahora viven sacándose fotos los unos a los otros en medio de un cumpleaños, posteándolas y respondiéndose en el momento mientras, en el mundo real, los hechos siguen desarrollándose solo que no hay nadie para disfrutarlos. Yo sé que está mal...pero pasa, ME pasa, nos pasa. Sacar fotos y subirlas a Instagram es un impulso difícil de resistir, sobre todo cuando uno quiere hacer de lo cotidiano una postal con filtros. Y cuando hay niños, el efecto es peor: todo es digno de ser compartido. Como anoche, por ejemplo: el mayor se durmió leyendo y la menor abrazada al peluche...y yo no solo no pude detener mi urgencia por retratarlos y postearlos sino que pasé por la puerta del baño donde se encontraba el padre de las criaturas y susurré como si estuviera en la puerta de un tugurio al que solo se accede con contraseña: "mirá mi Instagram". No había salido el susodicho del baño que ya tenía los likes correspondientes en mis fotos. Asi que sí, instagrameo y ¿que? De últimas, si viene un marciano y encuentra mis fotos, seguro me convierto en sujeto de estudio...difícil entender mi circo. Los dejo, hay un reflejo que está entrando por la ventana y forma una sombra rarísima que con un Kelvin aplicado seguro queda de concurso...